Una gran corona con dos plumas que simboliza la autoridad del jefe de las comunidades asháninkas y un gran sombrero que refleja un elemento tradicional de la vestimenta del hombre andino, signo también de autoridad, constituyen el centro de la llamada Plaza de la Interculturalidad de Río Negro, distrito de la provincia de Satipo, histórico territorio de los pueblos asháninkas y notmasiguengas.
Habitantes milenarios de estos territorios, estos pueblos fueron diezmados, acorralados, expulsados de sus espacios durante siglos por los conquistadores, por los caucheros, por la Peruvian Corporation, por la colonización que llevó a miles de personas del ande y a colonos europeos a ocupar estos territorios bajo la premisa de que estaban vacíos, impulsándose no sólo la ocupación física sino generándose discursos que legitimen y perpetúen la invasión, como bien lo hace notar Nila Vigil en su texto Racismo en el discurso sobre los asháninkas de Satipo (1). En este mismo texto, puede verse la fotografía de una placa en la plaza de Satipo que exalta este proceso como una labor de héroes y valientes, en los siguientes términos: “A los colonos fundadores de Satipo. Valerosos hombres y mujeres que entregando lo mejor de sus vidas sembraron el progreso y desarrollo en estas tierras”. Ello da cuenta precisamente de la idea de un territorio “descubierto y fructificado” por estos hombres y mujeres, venidos de fuera.
Luego de la colonización vino la guerra interna, que no hizo sino establecer una línea de continuidad con la dinámica de exterminio y expulsión, especialmente del pueblo asháninka, que según la Comisión de la Verdad sufrió la desaparición y muerte de 6 mil de sus miembros y el desplazamiento de 10 mil de ellos, cifras que, si se relacionan con el total de la población asháninka, que llega a unos 55 mil, dan cuenta del inconmensurable impacto que tuvo el conflicto armado en este pueblo.
Por toda esta historia, llama la atención el monumento que se erige en la plaza central del pueblo de Río Negro y que podría, si se lo mira superficialmente, dejar suponer que se ha logrado una convivencia armónica
entre los colonizados y los colonizadores, que el racismo y la discriminación vivida por los hombres y las mujeres asháninkas, al ser considerados incivilizados o poco proclives al trabajo por no cultivar intensivamente su tierra o por vivir y concebir el mundo de manera diferente, han sido superados.
Sin embargo, cuando pensamos que en ese mismo lugar hace unos años se erigía un monumento al hombre asháninka, que parado en un pedestal, con su vestimenta tradicional y dos cuencos, parecía ofrendar a los dioses el masato, mientras fieros jaguares lo protegían, cabe preguntarse cuál es el significado de borrar de manera definitiva este monumento, eliminar una expresión de identificación de un pueblo, que conecta al visitante inmediatamente con sus habitantes y superponer otra, que parece negar el pasado, la historia, el hecho de que éste es un territorio asháninka, para posicionar básicamente la historia de la colonización y el “encuentro” de las dos culturas, simbolizadas por dos elementos masculinos, cabe agregar, y llamando a esta nueva construcción del espacio Plaza de la Interculturalidad.
Subyace el planteamiento de que la interculturalidad constituye la relación entre dos culturas, una cuestión de contacto entre ellas – lo que por cierto se ha dado desde siempre – sin que se profundice en las condiciones en las que se ha dado ese contacto, las inequidades o desigualdades existentes, intentando colocar más bien la idea de que dicha relación se ha dado, sin que medien imposiciones, discriminaciones, relaciones de poder entre ellas, o miradas jerarquizantes y subalternas sobre el otro y la otra. Para quienes conocen un poco del proceso de la colonización de la selva y el despojo sufrido por los y las indígenas de la amazonía, esto constituye una falsedad por decir lo menos, pues no ha supuesto para nada una convivencia o una ocupación armoniosa del territorio, como se puede apreciar en el testimonio que cita Nila Vigil: “Mira, el señor Horacio Merino, perito de Satipo me quiso botar a San Ramón de Pangoa. Un día me dijo: -“Debes retirarte a esa zona. Este no es tu terreno.” -¿Por qué? - le dije yo- ¡Yo soy de acá de Satipo! ¿me van a estar trasladando siempre? Primeramente me había trasladado a Coriviali viene otro colono y me dice: -¡Esta no es la chacra de Usted, es mía! –Me retiré a Pauriali. Ahí viene otro colono; me dice: -Este es mi terreno. Y me vine a Teoría. Ya más antes yo conocía Teoría, del año treinta y seis. –Bueno entonces para que no me estén botando, voy a solicitar un terreno para estar aquí. ¿Para qué voy a estar haciendo mi casa, haciendo mi sembrío, si después viene un colono y me bota?… ¡no, no! Así, le dije al señor perito.” Alberto Quinchoquer, asháninka, testimonio dado en 1984. (Fuente CIPA 1985, pp.38-39) (2)
Eliminar un monumento sin dejar rastro, para instalar otro, no es más que un intento de borrar los significados que para la población asháninka tenía, es arrancar parte de la memoria cultural del pueblo, lo que constituye un elemento fundamental para el fortalecimiento de la identidad, pues como lo señala Agnes Heller, “sin memoria cultural compartida no hay identidad” (3). Es quitarle el sentido simbólico, negarlo para construir una nueva memoria, más acorde con las visiones y expectativas de quienes han ocupado gran parte de estos territorios, de quienes tienen el poder político y de los nuevos colonizadores que consideran que los pueblos amazónicos no son los dueños de sus territorios, por lo que pueden ser adjudicados al mejor postor.
La Plaza de la Interculturalidad constituye un esfuerzo de posicionar la visión de una interculturalidad utilitaria, funcional, despojar de todo sentido político a la propuesta de una interculturalidad crítica que postulan los pueblos indígenas. Las diferencias entre una propuesta y otra son profundas, como lo señala Fidel Tubino: “La diferencia con el interculturalismo crítico que el país reclama y necesita es clave.
Mientras que en el interculturalismo funcional se busca promover el diálogo y la tolerancia, sin tocar las causas de la asimetría social y cultural hoy vigentes, en el crítico se busca suprimir estas causas por métodos políticos, no violentos. La asimetría social y la discriminación cultural hacen inviable el diálogo intercultural auténtico.” (4)
El intento de asignar nuevos significados a los procesos, borrar memorias, debilitar identidades con monumentos o discursos, mientras permanecen invariables la discriminación y el racismo, constituye un mecanismo de perpetuación de estos males de la sociedad peruana.
Difícilmente podremos hablar de interculturalidad mientras los niños y las niñas indígenas sean los que reciben la peor calidad educativa en el país, como lo ha revelado Madeleine Zuñiga en su informe llamado "Inquietantes respuestas a inquietudes sobre la Educación Intercultural Bilingüe en el Sur Andino”, recientemente publicado por Save The Children. Este informe nos alcanza importantes hallazgos, como que sólo entre el 2% y el 6% de estudiantes de escuelas EIB desarrollan capacidades lectoras esperadas en
su lengua originaria (MINEDU 2008); en las escuelas Awajún y Shipibo, entre el 2,2 % y 3,1% logran desarrollar capacidades lectoras en castellano (MINEDU 2008); o el 59.5% de docentes de las Comunidades Indígenas de la amazonía son hispanohablantes o hablan una lengua indígena distinta a la de la zona (Defensoría del Pueblo). (5)
Esperemos que ahora que se inicia la campaña electoral las problemáticas y propuestas de los pueblos indígenas sean parte de los programas y agendas de los partidos políticos. Esperemos que las nuevas gestiones ediles en las diferentes localidades del país inicien procesos que den cuenta de la diversidad existente en sus localidades, reconociéndola y valorándola en su justa dimensión. Esperemos que el reconocimiento y la valoración en todos los sentidos se den también a las mujeres que día a día construyen
las comunidades y los pueblos.
Esperemos finalmente que cuando se hable de interculturalidad, se hable de redistribución del poder, de reconocimiento a todos los pueblos, de ciudadanía, de igualdad y equidad, de derechos, en fin de un nuevo pacto social.
1. Nila Vigil, “Racismo en el discurso sobre los asháninkas de Satipo” Discurso & Sociedad, Vol. 4(3) 2010, pp. 538-578. http://www.dissoc.org/ediciones/v04n03/DS4%283%29Vigil.pdf
2. Citado en Vigil, art. cit, p. 551
3. Agnes Heller. “Memoria Cultural, identidad y sociedad civil”, Indaga, Revista Internacional de Ciencias Sociales, No 1, 2003
4. Fidel Tubino, “Interculturalidad para todos: ¿un slogan más?”, 2005
http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=694
5.http://www.savethechildren.org.pe/web/detalle_publicacion.php?v_id_pub=266&v_tip_pub=N&v_id_cat=1&v_pad=16&v_hij=18&idi=E&pai=17
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